¨A esta edad los regalos deben untarse, comerse y beberse¨ es la promesa de un grupo de amigas que son abuelas. Ellas comprendieron que atesorar corotos en casa no es buena idea; que ciertamente necesitan poco para vivir.
Entonces decidieron ¨regalarse experiencias¨ en fechas socialmente establecidas como cumpleaños, día de las madres, Navidad. Pero también en muchísimas otras que ellas inventan con la excusa perfecta de reunirse, reírse, compartir.
Entonces, del grupo de amigas que son abuelas surgieron los regalos más creativos: pagar a una persona para que organice el armario, un spa, cenas temáticas, una excursión y hasta sesiones de masaje para mimar la vida libre de brasier…
Con ellas aprendí que cuando regalas tiempo o generas experiencias positivas, estás dando algo mucho más importante que un envoltorio con un artículo ¨de marca¨.
Escuchar con los sentidos cuando alguien necesita de ti, quedar por un café, como dice mi amigo Bernardo Padró; armar una juntadera para celebrar el privilegio de estar vivas, es lo más parecido a tocar el cielo. Si lo dudas solo piensa en tus momentos de plenitud y veras que están distanciados del billete. Una de las amigas más orgánicas de mi circulo me invitó a su hogar y cuidó que el menú tuviera las recetas de mi derriengue: jugo de chinola, crema de auyama, camarones al ajillo, habichuelas con dulce. Con solo dos manos y mucha voluntad, preparó y me ofreció mis platillos preferidos. Nunca olvidaré aquella visita y su eminente generosidad.
Hoy, aun envueltos en una pandemia que se recicla, el tiempo es el regalo más valioso que le podemos dedicar a una persona, a la familia. Las amigas que son abuelas lo saben y por eso, los regalos que se hagan deben ¨untarse, comerse y beberse¨. Anótalo por ahí.
